Thursday, March 17, 2011

Saliendo de mi burbuja


En un pequeño pueblo de la costa oeste de Estados Unidos, hace más de una década la Western Oregon University me dio una “beca – trabajo” para estudiar inglés as a second language. Como parte de mis tareas, debía realizar labores de traducción, ayuda en la biblioteca y apoyo a colectivos desfavorecidos en su acceso a recursos.
Inmediatamente pasé a formar parte de la Comunidad de estudiantes internacionales, la mayoría de mis compañeros eran japoneses, que venían con muy poca ropa, una amplia gama de artilugios electrónicos y su olla de arroz eléctrica. De ellos me quedó la admiración de su rica y sana comida, la formalidad con que ven el mundo y la visión que tenían del American lifestyle.
En los últimos años, a Oregon se le ha dado un gran impulso para su transfiguración de “beaver state” a “green state”. De hecho, desde los años 60 en EEUU se le reconoce como el eco estado, innegable caracterización de su hermosa naturaleza, su calidad de vida, el compromiso de sus ciudadanos y especialmente su vanguardista conciencia ambiental. Aunque como en el resto de la unión prevalece el rol de consumidor por encima del ciudadano, no obstante, desde este estado y especialmente a raíz de la crisis se ha producido un considerable empuje para fomentar los green economy.
Entre el tipo de gente que conseguí, muchos eran urbanitas hartos de los rigores de la gran ciudad que habían decidido un modelo de vida: downshifting,; otros, integrantes del movimiento de self-help provenientes del norte de California atraídos por el NO TAX POLICY de Oregon, algunos trabajadores mexicanos y centroamericanos y un considerable número de personas profundamente religiosas.
Ellos, su universo y un escenario maravilloso como Oregon han marcado parte de mis intereses personales y profesionales estos últimos 10 años. Por una parte pude conocer lo que hoy día se conoce como Transition Towns: creación de redes para aumentar la resiliencia social y ecológica local a través de la creatividad colectiva. Por otro lado, conocí la intermediación que facilita el acceso a recursos a quienes tienen mayores barreras personales y sociales, pues me convertí en relatora para estudiantes ciegos que tomaban clases de literatura Hispanoamericana, mi labor era leer libros en voz alta, grabarlos y así aquellos alumnos disfrutaban de grandes autores.
Aquella fue una experiencia completa que recuerdo con alegría. Aprender otro idioma desde el seno de su cultura, puede sembrar en nosotros intereses que prevalecen en nuestro ciclo vital. Y que posiblemente se reconocen desde la distancia. En mi caso fue una de las semillas de la apreciación y disfrute de la diversidad en su sentido más amplio y mi primer contacto con la naturaleza filantrópica de los estadounidenses, muchas veces sobreutilizada y otras malinterpretada.
Imagen: Nathalie López

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